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Desde el otro lado

 

«El paseo», 1917. Marc Chagall. Museo Ruso de Málaga

Alumnos de Primer Ciclo de E.S.O. del I.E.S. Miguel Romero Esteo cuentan sus experiencias más particulares en el tránsito de la niñez a la adolescencia. Lo que con frecuencia les cuesta comprender, lo que casi nunca se atreven a expresar y que, sin embargo, abren por primera vez al resto de compañeros, al conjunto de la comunidad educativa.

¿Amigos imaginarios, fruto del pensamiento mágico de Piaget? ¿O experiencias espirituales, producto de puertas sensitivas que entonces permanecían abiertas? ¿En qué creer?

En las siguientes intervenciones en forma de pequeñas entrevistas rememoran episodios de su infancia que, aún hoy, no logran explicarse. ¿Alucinaciones de cerebros en proceso de formación o contactos con entidades que pertenecen a otros planos? ¿Espíritus o imaginativas producciones del subconsciente? Son breves narraciones orales en las que tratan de recrear lo sucedido: presencias en la noche, sueños paralizantes en su dormitorio, recuerdos de familiares fallecidos. Algunos sintieron miedo, otros lograron integrar sus experiencias con naturalidad en su día a día. Y tal y como las sintieron las cuentan.

Diego Martín Domínguez, 1º ESO C

Kevin Gómez Duarte, 1º ESO C

Irene Paneque Enamorado, 1º ESO C

Aarón Rodríguez Torrado, 1º ESO C

Jonathan González Delgado, 1º ESO C

Carla Márquez Torres, 1º ESO B

Ángela Maloberti Santana, 1º ESO B

Nerea Armenteros Cabrera, 2º ESO A

 

Daniel Román López (Literatura Universal de Adultos) comparte su último sueño

He soñado que me despertaba en un lugar desconocido, oscuro y vacío. Me sentía desorientado. Al fondo un paisaje tenebroso y el sonido estruendoso de una explosión. Creía que me encontraba solo, pero en un momento vi una sombra que se movía a mi alrededor. Sigilosa, amenazante. Comencé a correr, pero aún sentía a aquella persona (o lo que fuese) cerca de mí. Corrí unas cuantas calles, pero del cansancio me tropecé con una piedra y caí. La presencia se abalanzó sobre mí… En ese momento me desperté muerto de terror.

Marta Fernández (Literatura Universal de Adultos) sueña

Todo comenzó una noche en casa de mi novio. Él se quedó dormido pegado a la pared, yo estaba al otro lado de la cama, mirando hacia el techo y sin sueño, así que empecé a concentrarme en su respiración y luego a escuchar la mía, pero de repente comencé a escuchar otra respiración al otro lado, y la percibía como de un hombre mayor. Me concentré un rato escuchando las tres. Sentí miedo, por lo que decidí despertar a mi novio, pero no pude moverme ni hablar. Veía todo el cuarto muy oscuro y no podía hacer nada. Entré en una especie de pánico, pero me dije, ya está Marta, relájate y te duermes (yo pensaba que estaba despierta). Al minuto me pasa de nuevo, quiero despertar a mi novio, pero no puedo. Me asusté más aún y de repente siento que empiezo a flotar por encima de mi cuerpo. Miro atrás y hacia abajo y veo a mi novio, dormido tal cual estaba, sin embargo a mí no me veía. No controlaba la situación, había perdido el control de mí misma, por lo que volví a irme hacia abajo, despertarme y despertarlo. Esa noche no pude dormir más. Todavía le doy vueltas a todo.

Paola Ruiz Pastrana, Lit. Universal de Adultos, comparte un sueño

Mi sueño es a la vez repetitivo y un poco inquietante.

Empieza conmigo en medio del bosque. Yo empezaba a caminar por un sendero,  estaba descalza y con la ropa manchada de sangre y solo tenía ganas de llorar, flotaba la sensación de que tenía que salir de ese bosque o de lo contrario iba a pasarme algo malo. No veía a nadie ni a nada a mi alrededor: solo árboles y oscuridad. De repente llegué a una especie de casa abandonada. Sentía que tenía que entrar. Cuando me encontraba frente a la puerta comenzó a invadirme la desesperación, me agachaba y me tapaba los ojos  con las manos y, cuando los volvía a abrir, estaba en mi habitación tumbada, pero no me podía mover, sabía que había alguien más allí pero ni la veía ni la escuchaba, solo sentía mucho miedo por no poder moverme y sentir su presencia. Cerré los ojos con la esperanza de que todo acabase y, cuando los volví a abrir, había en el marco de la puerta la sombra de un hombre.

Hera, alumna de Lit. Universal de Adultos, comparte uno de sus sueños

Mi sueño es bastante personal, pero ha sido el que más me ha marcado.
Cuando tenía once años, falleció mi abuelo materno. Teníamos una relación muy estrecha, ya que viví en su casa durante cinco años. Fui su primera nieta…Tras una operación a vida o muerte por un cáncer de colon que le trataron como «gases», falleció. Yo no supe nada hasta tres días después, no estuve en su entierro ni nada, simplemente un día le vi por última vez sin saberlo.
Esto pasó cuando tenía once años. Unos ocho años después, soñé que estaba en su casa, como una tarde cualquiera y de repente él se ponía muy malo y moría en mis brazos.
Fue un sueño del que aún me acuerdo muy bien porque me hizo pensar mucho, en cómo mi cabeza tantos años después, seguía con eso guardado y recreó su muerte como para hacerme saber que sí, que murió pero que esté donde esté, está bien. Que esta pérdida ocurriese a una edad tan temprana y sin siquiera esperarlo o poder despedirme, me hizo muy difícil superarlo, pero he de confesar que desde ese sueño, a pesar de haberme despertado histérica, fue diferente. Mi cabeza antes nunca terminó de poder aceptar o creer que él ya no estuviera, y sólo a raíz de ese sueño pude. El cuerpo nunca dejará de sorprendernos.

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