(Sábado 10 de abril, 20:21 p.m.)
Entre cuatro paredes estoy, mirando al techo, ardiendo por dentro, soñando.
Qué más da si despierta o dormida, lo que importa es lo que me hace navegar hacia lo impracticable, lo que pasa por mi mente ahora, que es un nada lleno de posibles o un todo lleno de imposibles.
Soñando con abrir los ojos y ver un YO que no busca habitaciones en esta vida de alquiler,
Un YO que se mire al espejo y vea algo más que un simple espejismo hoy.
Ver mi YO más puro sin tener que esconderlo por miedo a mis instintos, por miedo a preferir el cielo cuando el mundo prefiere el infierno o por miedo a dejar de pensar que soy eterna y reconocer que algún día seré un simple recuerdo.
Soñando con dejar de tener miedo de morirme sin haber vivido lo suficiente.
Soñando con tener tiempo ya que es la única moneda de cambio que realmente vale.
Soñando con dejar de buscar respuestas complicadas a problemas sencillos.
Soñando con desinfectar mis heridas infectadas de pura censura.
Soñando con dejar de buscar un enfoque en esta vida en la que la verdad es tabú y la mentira una moda que por lo visto durará toda una eternidad.
Soñando con saber quién soy.
Soñando con seguir soñando, porque si despierto, tal vez jamás pueda llegar a conocerme.
(Ya son las 21:27 p.m., me llaman para cenar y me levanto percatándome de cómo mis lágrimas han inundado la almohada).