Se trata de una salida realizada como parte del Programa “Vivir y Sentir el Patrimonio”, coordinado por nuestro compañero Jorge Javier Frías Perles, dentro del proyecto “Las huellas de la Unión”, que analiza pasado, presente y futuro del barrio, junto al Departamento de Geografía e Historia del centro.
Él mismo nos realiza una crónica de la actividad para el Programa ComunicA:
El pasado viernes 12 de mayo los grupos de 2º de bachillerato, 4º de ESO, y bachillerato de
adultos realizamos una visita al Cementerio de San Rafael, que está a punto de acabar su
remodelación, con largos paseos ajardinados, un estanque, un mirador, y el panteón de la
Memoria Histórica de Málaga. En el lugar nos esperaba el presidente de la Asociación Contra el Silencio y el Olvido y por la Recuperación de la Memoria Histórica de Málaga, Rafael Molina Jiménez, que nos habló del pasado y presente del lugar.
Rafael nos contó que el cementerio se emplazaba en un lugar de huertas, a las afueras de la
ciudad. Los malagueños lo llamaban “el batatal”, por estar rodeado de sembrados. El lugar fue escenario de terribles fusilamientos desde 1936 hasta 1955. En su día se exhumaron los
cuerpos de los fusilados acusados de haber participado en el levantamiento, cuyos restos
yacen en la Catedral. Pasados los años, el cementerio quedó en desuso, y tras la apertura del nuevo cementerio de la ciudad, el abandono fue total. Tuvieron que ser las protestas de familiares de los represaliados ahí enterrados las que movilizaron su remodelación. Estos familiares llegaron a encadenarse a las puertas y pedir un poco de humanidad hacia las víctimas. De ahí nace la asociación, que consiguió que se considerara el recinto Lugar de Memoria Histórica, y se construyera un monolito bajo el cual dar sepultura digna a las víctimas que yacían en las fosas comunes. En él están enterrados los cuerpos de más de 2800 personas, cuyos nombres adornan las losas del monolito. El propio Rafael fue uno de los voluntarios en realizar esta dura tarea.
Hemos tenido la suerte de acudir nada más retirarse la verja del monumento. Del antiguo
cementerio también queda parte del muro de entrada, donde realizaban los fusilamientos.
Incluso se reconoce aún algunos impactos de bala. Ahora el presente y futuro del recinto pasa por zonas ajardinadas para pasear y disfrutar del entorno, sin olvidar lo que ocurrió allí.
A la vuelta dimos un paseo por otro de los lugares de memoria histórica del barrio: la antigua cárcel. Precisamente desde allí llevaban a los represaliados hasta el Cementerio de San Rafael, y allí escuchamos anécdotas de cuando la presión urbanística llegó hasta la propia cárcel. El colegio Giner de los Ríos se construyó en una parcela anexa, y se han vivido escenas tan rocambolescas como fugas de presos que se escondieron en el colegio. Otras, más graves, como el atentado de ETA, que provocó que el quiosco que se ubicaba frente a la puerta principal saliera volando de la deflagración, y aterrizara en el tejado del bloque más próximo.